miércoles, 28 de noviembre de 2007

El Rol del Sistema Político en Nigeria


El crecimiento poblacional es algo que el sistema política debe regular, pues sin un control poblacional el país gastaría todos sus recursos en mantener a la población. Nigeria es el noveno país más grande del mundo, y tiene un crecimiento poblacional del 2.37%. Por lo tanto se necesita de un sistema político que pueda imponer algún tipo de regulación a la demografía de este país. El sistema político nigeriano contemporáneo no ha sido capaz de controlar la tasa de natalidad, y por lo tanto Nigeria es uno de los países que más contribuye al crecimiento poblacional mundial. Esto probablemente se debe a su historia política, pues el país fue gobernador por dictaduras militares entre 1966 y 1999[1]. Durante este tiempo hubo poca estabilidad, pues hubo seis golpes de estado y una guerra civil en 1967. La población en general era ignorada por el gobierno, pues hubo una constante lucha de poder entre los generales del ejército.
El sistema político también se encarga de regular el sistema educativo del país. Este aspecto es de suma importancia para entender el desarrollo social y el crecimiento poblacional de Nigeria. Si el país tiene un nivel educativo bajo, es probable que el desarrollo social también sea bajo, y también es probable que el crecimiento poblacional sea alto por falta de conocimiento sobre métodos anticonceptivos. Durante los años de dictadura militar el nivel educativo era muy bajo y en su mayoría se dedicaban a la agricultura. A pesar de que hubo inestabilidad en el país, la educación mejoró durante la década de los setenta, a causa del alza en el precio por barril del petróleo. El 68% de la población saber leer, 75.7% de los hombres y 60.6% de las mujeres. A pesar de ser un porcentaje relativamente alto en comparación a Burkina Faso (el porcentaje es de 12.8%, el más bajo del mundo), sigue siendo bajo y desigual.


Fuente:
[1] Democracy and political change in Sub-Saharan Africa /edited by John A. Wiseman. London, New York: Routledge, 1995. Pp. 73.

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